Una vueltita más con Silvio
El mítico trovador cubano anunció una gira por Latinoamérica en 2025
Supe que me iba a gustar Silvio antes de escucharlo.
Sucedió en algún momento de 1984, en los albores de la democracia recuperada.
En casa, hasta entonces, solo sonaban tangos y música clásica y algún que otro cantante italiano, cuando un amigo de la familia nos prestaba discos.
Por esos tiempos, iba con mamá a una feria en la que había un puesto donde se conseguían libros usados y también revistas. Así fue que me encontré con algunos ejemplares de Humor. Me detuve particularmente en una nota firmada por Alejandro C. Tarruella: Silvio & Pablo y Daniel & Mario: socios contra el silencio, que relataba las primeras presentaciones de los cubanos en la Argentina, en el estadio Obras Sanitarias, en abril de ese año, y también comentaba un recital de los uruguayos Viglietti y Benedetti.
Fue leer el artículo y saber que Silvio iba a ser una parte importante de mi vida. No Pablo. No Daniel. No Don Mario. A todos los admiro. Pero Silvio era –y es– el elegido.
Quizá fue este tramo de la nota lo que me iluminó:
“Que un hombre solitario con su guitarra genere un clima de atención, de silencio en torno suyo, habla de la capacidad expresiva no sólo del intérprete sino básicamente de su propuesta. Silvio demostró de ese modo, cantando en un extremo de la sencillez, que quien pasa a través de la canción es la vida, que se puede jugar con sus objetos propios, letra, música, arreglos, historia. No es en absoluto cantar de protesta el suyo, el de la trova. En todo caso ocurre que está inserto en una realidad y la expresa. No hay actitudes paternalistas, típicas de cierta protesta de aquí que no cree en el prójimo sino en la medida en que se le inyecta un pensamiento, una idea. ‘¿Hasta dónde debemos practicar las verdades? ¿Hasta dónde sabemos?’, se pregunta en Playa Girón. ‘Que escriban pues la historia, su historia, los hombres del Playa Girón’. Por ahí viene la cosa, al reconocer que el otro debe escribir lo suyo”.
Sin saberlo yo todavía, Tarruella había hecho una descripción tan precisa de Silvio y de su arte que, evidentemente, algo caló profundamente en mí de sus palabras. O quizá lo mío fue intuición pura. O una mezcla de las dos cosas.
Lo cierto es que no me resultó fácil escuchar cantar a Silvio después de leer esa nota. Eran épocas analógicas donde no existían ni internet ni plataformas de música. Tenía apenas un pequeño radiograbador con el que había llenado algunos casetes con la música que se imponía en una casa donde no sobraba el dinero para andar comprando demasiadas cosas extras.
Así fue que me puse a navegar por la radio y finalmente recalé en Belgrano. Por la tarde había un programa llamado Muchas nueces (si la memoria no me traiciona empezó conduciéndolo Elizabeth Vernaci) y allí se produjo el encuentro.
No recuerdo cuál fue la primera canción de Silvio que escuché. Solo sé que fue amor a primera oída. Allí fui descubriendo también a grandes artistas que me acompañan hasta hoy en mi banda sonora vital: Serrat, Víctor Heredia, Ana Belén, Luis Eduardo Aute, Víctor Manuel, León Gieco, Mercedes Sosa… Luego llegaron otros.
Pero volviendo a Silvio. Dejé de grabar tangos para grabarlo a él y a los demás artistas que me habían impactado. No me alcanzó. Quería conocer todas sus canciones y escucharlas con la mejor calidad posible.
El primer casete que compré fue Unicornio. Y en la segunda visita del cubano a la Argentina, al año siguiente, dije presente en el Luna Park. De allí, al infinito.
En 2025 se cumplen 50 años de la publicación de Días y Flores, quizá uno de los mejores discos debut grabado por artista alguno. Se cumplen también ya más de 40 desde que escucho a Silvio, con la emoción intacta de esa chica que, con 15 años, supo descubrirlo. Y no dejo de sorprenderme, desde entonces, con sus canciones siempre nuevas.
Por eso, en medio de este sin sentido que atraviesa el país y el mundo, no puedo más que regocijarme con la noticia de que este año lo tendremos de nuevo cantando en Argentina. No venía desde el 2018, cuando nos regaló esa maravillosa presentación en Avellaneda. Fue un multitudinario y efervescente concierto gratuito de su Gira por los barrios, mudada a un país en la que buena parte de la población luchaba por conseguir el aborto legal, se quería sacar de encima a Macri y tenía esperanzas de que se podía volver mejores. Después llegaron la pandemia, la frustrante presidencia de Alberto Fernández, Milei, el recargado genocidio en Gaza, otra vez Trump… Pero siempre queda el arte como revancha.
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