Parecen buena gente (los monstruos que nos habitan)
Mi
ferretero de confianza parece haber
comprado todos
los números como para ganarse el premio de buen tipo.
Es amable y
servicial por demás. Siempre dispuesto a darte una mano. Excelentes
modales, trato afable.
Hasta tiene una tremenda cara de buenazo.
Sin
embargo, no dudó en decirme que el ladrón
que fue linchado por “los vecinos” en Rosario, hace un tiempo
atrás, recibió el castigo que se merecía. Y no deja de escuchar
Radio Mitre para sentirse justificado en sus pensamientos. O
viceversa.
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Un
abogado que conozco parece tan buena gente que hasta no parece abogado.
Sencillo. Educado. A disposición para lo que necesités pero en
serio, no solo como un latiguillo profesional. Es de los que se ofrecen a ayudarte antes de que siquiera pensés
en pedirle algo.
Sin
embargo, no duda en putear y reputear “a los negros de mierda que
cortan calles y no quieren trabajar”.
Y los define como “lacras”.
No sé qué radio escucha. Seguramente una que le confirme sus
pensamientos -o viceversa- al igual que mi ferretero de confianza.
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¿Por
qué esta dicotomía? ¿Por qué si se muestran como tan buenos
y civilizados de
repente es como si les saltara
la térmica y se transforman en verdaderos energúmenos?
En
este relato falta un detalle que quizá lo
explique. Yo soy blanquita, de ojos claros, casi rubia. Por eso creo
que conmigo –y con tantos otrxs como yo- son buena gente. Porque
nos consideran sus iguales. Los demás no son personas,
no entran en esa categoría para ellos. Por eso los pueden basurear,
pisotear, matar, sin ningún tipo de remordimiento.
Quizá
esté simplificando lo obvio.
Pero vale para elucidar estas
actitudes tan vinculadas al odio
ensanchador de grietas que no son
patrimonio ni de estos lares ni de estos tiempos. Existen desde que
el hombre habita este mundo y suelen ser exacerbadas para beneficio
de unos pocos.
Entonces
me acuerdo del director David Cronenberg y de los monstruos de sus
películas,
esos que están cada vez menos visibles en la forma pero que son cada
vez más palpables en el fondo del alma de
sus personajes. A veces no se muestran.
Pero están allí. Siempre están.
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