Néstor

Prefiero destacar las fechas de nacimiento a las de muerte. Pero a Kirchner lo recuerdo siempre. Y que se estén cumpliendo diez años de su partida física me pega y mucho.

Se dice que cuando ocurren este tipo de acontecimientos unx suele acordarse con claridad qué estaba haciendo en el preciso momento de enterarse.

Yo estaba remoloneando en la cama. Ese miércoles era feriado porque se realizaba el Censo Nacional de Población. De repente, entró un mensaje de texto en mi viejo celular. Era de mi prima. “Murió Kirchner” decía. Me quedé largo rato sin poder responder y no sé qué le contesté finalmente. Pero primero me costó creerle. Las noticias falsas ya pululaban por aquel entonces.

Pero era cierto nomás. Kirchner se había muerto.

Había estado dos veces internado ese año pero él seguía adelante. El mes anterior había tenido que cederle la palabra a Cristina en el acto con los jóvenes en el Luna Park porque todavía se estaba recuperando de la angioplastía que le habían practicado tres días antes. Ese encuentro en el estadio de la Luna fue un parteaguas. Allí explotó con todo la militancia juvenil y muchxs terminaron de entender que la política era un buen camino de construcción. Allí también nació el Nestornauta.



Una semana antes de su muerte Néstor empezó a morir. Cuando mataron a Mariano Ferreyra Néstor empezó a morir. Pero antes de morirse movió cielo y tierra para que el caso del militante asesinado no quedara impune. Y lo logró. Como siempre. O como casi siempre.

Néstor fue un terremoto y un huracán que desestructuró lo amodorrado y chato que tenía la política argentina. Vino a demostrar que las cosas se podían hacer de otra manera, que se debían hacer de otra manera. Dejó muy expuestos a los mediocres.

Era incansable. De esos pocos elegidos que sabe que las únicas batallas que se pierden son las que se abandonan. Y él nunca abandonaba, aunque tuviera que llenarse de barro hasta el cuello.


Él fue el que bajó los cuadros de Videla y Bignone.

Él fue el que le dijo a los milicos que no les tenía miedo.

Él fue el que desarmó la Corte menemista.

Él fue el que se declaró hijo de las Madres y de las Abuelas de Plaza de Mayo.

Él fue el que impulsó los juicios a los represores luego de lograr que el Congreso derogara las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida.

Él fue el que enterró el ALCA en Mar del Plata junto a Chávez y a Lula y empezó a hacer realidad el sueño de una Latinoamérica unida como nunca antes.

Él fue el que renegoció la deuda externa. Y el que le dijo chau al FMI y a Clarín que estaba nervioso.

Él fue el que jubiló a tantas personas sin aportes y el que recuperó el empleo para millones.

Él fue el que no dejó sus convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno.

Él fue tantas cosas...

Él fue, en definitiva, el que vino a proponernos un sueño. Y el que lo hizo realidad.


Los odiadores de siempre dijeron, dicen y dirán mil barbaridades sobre él. Pero qué importa.

El pueblo que lo lloró y lo despidió en su funeral dejó pleno testimonio de su talante.

Nadie llora ni despide a un hijo de puta. Y a Néstor lo despidieron y lo lloraron millones. Los millones a los que les empezó a cambiar la vida para mejor, los millones a los que les demostró que tenían derecho a ser felices.


Pocas veces derramé tantas lágrimas por la muerte de alguien. Lo lloré durante días, lo sigo llorando cada vez que alguien trae su recuerdo emocionado.

No sé cuánto tiempo pasé despertándome cada mañana creyendo que su muerte había sido solo una pesadilla, que seguía aquí entre nosotros dándole bríos a la política con mayúsculas.

Pero no, era cierto nomás. Se había muerto. Estaba sembrado en el sur, como dijo Chávez, que también partió tiempo después dejando otro vacío demasiado enorme.


Cuando mueren líderes que marcan tan a fuego una época, dicen que se percibe como si hubiera muerto un padre. Y así se genera un sentimiento de orfandad en la población.

Y algo de eso debe haber. Yo a Néstor lo extraño. Me hubiera encantado que este país siguiera contando con él… Pero no pudo ser.

Tiene muy buenos discípulos. Pero no es lo mismo. Él fue un fuera de serie.

Aunque si lo seguimos recordando, con la emoción a flor de piel, es porque de alguna manera sigue aquí, acicateándonos.

Que florezcan mil flores, millones, entonces, en esta Latinoamérica que persiste en volver a su mejor esencia popular.

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