Pandemia, Gobiernos Populares y Derechas Rabiosas

El tercer fin de semana de octubre fue para muchxs argentinxs, sin dudas, el más feliz de todo este pandemioso 2020 que nos tiene a mal traer.

Los 75 años del Día de la Lealtad se convirtieron en el detonante para que, de una vez por todas, buena parte del pueblo saliera a manifestarse -en caravana de automóviles, cumpliendo mayormente los protocolos de salud- y demostrara de quién es la calle, por si la derecha tenía alguna ilusión de haberla ganado.

Fue un desahogo necesario, impresionante. El 17 de octubre mostró la alegría, el amor, el apoyo de un pueblo a la opción que eligió mayoritariamente en las urnas hace apenas un año.

Quedó una vez más en evidencia que el odio, el revanchismo y la violencia son patrimonio de una derecha cada vez más rabiosa y que desde los medios hegemónicos fogonea a una parte de la sociedad que tiene mucho de gorila y que solo existe en su denuesto al otro. Siempre por la negativa, nunca por la propositiva.

Los odiadores que escupen mierda desde las redes o en sus marchas me hicieron recordar mucho, en estos días, a ese resentido Salieri que en la película Amadeus, del maestro Milos Forman, se la pasaba envidiando a ese maravilloso Mozart que hacía música increíble con solo apoyar sus dedos sobre el teclado de un piano.

Y la maravillosa música del pueblo sonó más maravillosa que nunca el sábado 17 de octubre. La marcha peronista se hizo escuchar a repetición en los parlantes de cada auto y se cantó a voz en cuello y a coro.

Otra cosa que dejó más que clara este 17 peronista es que, por más que hagan, inventen, machaquen, insistan, Cristina está bien clavada, bien guardada, bien arropada, en el corazón y en la mente de muchxs argentinxs. Y no la van a poder sacar fácilmente. Los testimonios de los concurrentes a la caravana fueron irrebatibles. Cristina, como Evita, ya es parte de la memoria colectiva de todo lo que le hace bien al pueblo.

Y por si fuera poco esta alegría, las elecciones en Bolivia del domingo 18 volvieron a ratificar que el MAS es lo que la mayoría de lxs bxlivianos elige para gobernar al hermano país. Los candidatos de Evo Morales se impusieron por alrededor de 20 puntos a sus contrincantes, esperando dejar atrás todos los desaguisados cometidos a partir del golpe siniestro de noviembre de 2019.

De todas formas, una no puede dejar de sentir un sabor amargo. ¿Era necesaria tanta violencia, tanta muerte, tanta represión, tanto odio, tanta destrucción, tanto mancillamiento a un pueblo, a sus derechos adquiridos, a la democracia en sí? Ahora es el tiempo de que lxs hermanxs bolivianxs festejen. Pero ya llegará también el tiempo de que lxs golpistas y sus cómplices de adentro y de afuera rindan cuentas por sus tropelías. Una vez más, repito tres palabras que marcaron el mejor rumbo de Argentina: Memoria, Verdad y Justicia. Espero que también lo marquen en Bolivia.

Pero bueno, que el estupendo tercer fin de semana de octubre no nos haga olvidar todo lo que venimos pasando en este horripilante 2020. Y no me refiero solo a la pandemia y a su tendal de muertos y a la incertidumbre de no saber hasta cuándo seguiremos así pese a que el horizonte de la vacuna ya no parezca tan lejano. Me refiero a toda la mierda que aquí y en el mundo se tiró para embarrar la cancha.

Me cansé de escuchar buena parte de mi vida a muchxs que se jactaban con eso de que “mi patria es el mundo”. Y estoy harta de ese discurso meritócrata y apropiador de patrias que de tanto ensancharla la vuelve nada a la palabra en cuestión.

Hoy puedo decir que no, que la Patria no es el mundo sino el lugar que nos cobija, el que nos cuida, el que nos enseña, el que nos forma, el que nos da derechos. Es el lugar donde aprendemos a ser solidarios, a pensar en el otro, a formar parte de un colectivo y no andar sueltos y a la deriva. Eso es la Patria para mí hoy. Y creo que no existe Patria sin un Estado Presente. ¿Muy peronista el concepto? Seguro. Y a mucha honra.

Hubo un tiempo en que a muchxs nos costaba reconocernos peronistas. Nos habían picaneado tanto -y perdón por lo terrible que puede sonar la palabra- conque allí estaba lo sucio, lo corrupto, lo coimero, que nos daba hasta vergüenza decir que nos sentíamos cercanos a esa opción política.

Pero hoy ya somos bastantes los que nos dimos cuenta de cómo son las cosas en realidad. Todo lo que el poder real dijo y dice del pueblo peronista no es más que una proyección de sus propias miserias. Un festín para los psicoanalistas, sin duda.

Cuando algunxs quieren reducir al país al puterío egoísta, ombliguista que se fogonea en CABA, reivindico más que nunca al gobernador bonaerense Axel Kicilloff. Como siempre lo hizo, Axel no te endulza los oídos diciendo lo que querés escuchar. Axel dice las cosas como son, aunque, a veces, no suene conciliador o amigable. Y aunque no nos guste, el coronavirus sigue reinando entre nosotros y él se encarga de recordárnoslo. Como también nos recuerda que si la pandemia en Buenos Aires no generó un colapso del sistema sanitario es porque muchxs cumplimos con la cuarentena y así logramos equilibrar con el resto que no cumplió o literalmente se cagó en los protocolos.

Por eso, Axel agradeció a “los que están logrando que la situación no se desmadre”, a “los que se cuidan a ellos y a todos los demás, aún a los que no se cuidan”. Tiene toda la razón Kicillof, aunque quede como el malo o el amargo de la película, en contraposición a Rodríguez Larreta, que no deja de señalar lo buenos y maravillosos que son todxs los vecinos de la unitaria Ciudad de Buenos Aires. Bien lo reflejó el intelectual Ricardo Aronskind en uno de sus tweets, analizando el discurso del jefe de Gobierno porteño:

-Jamás hablar de cosas desagradables. La palabra Muerte no existe.

-Jamás hablar de obligaciones. Todo es voluntario. Nada hay superior a lo que se le canta al individuo.

-Jamás señalar ninguna actitud negativa. Somos todos geniales.

Solo espero que, al final de esta partida, las cosas queden claras y sepamos diferenciar quién nos defendió y nos cuidó en realidad, más allá de nosotrxs mismxs.

Cuando el excelente Ministro de Salud que tiene la provincia de Buenos Aires, Daniel Gollán, dijo que el aumento de casos en el AMBA iba a llevar, irremediablemente, a que el virus se expandiera al interior del país, sobre todo a Santa Fe y Córdoba, muchos le saltaron a la yugular.

Pero, como cantaba Serrat en el mejor momento de su lucidez, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

Y si vamos a ser sincerxs y a hablar a calzón quitado, el coronovirus lo trajeron, mayoritariamente, las clases acomodadas de CABA y de las principales ciudades del país que pueden viajar regularmente a Europa. Así se diseminó en Argentina y de similar manera debe haber sucedido en buena parte del mundo. Los privilegiados de este sistema fueron los que más expandieron el virus. Porque está bien claro que los olvidados de una villa ni siquiera sueñan con subirse a un micro de larga distancia para irse a Cataratas o a Bariloche.  Las cosas como son.

Otra tema que no deberíamos soslayar es que la pandemia de COVID-19 no nos haga olvidar ni aminore los efectos de la pandemia macrista que sufrimos durante cuatro años y que dejó al país patas arriba. Lo vengo diciendo desde hace rato: esos individuos que gerenciaron Argentina entre el 10 de diciembre de 2015 y el 9 de diciembre de 2019, ejecutaron un plan sistemático de saqueo y destrucción. Que fueran torpes y sin muñeca política solo agregó más sufrimiento al pueblo.

Y que los medios hegemónicos no te cuenten lo que fue fueron los espantosos años de la gestión Macri, no quiere decir que no hayan existido.

El supuesto hijo ingeniero del empresario Franco insiste con que él no fue. Su cara de piedra es solo asimilable a su hijaputez supina y al cinismo con que lo apañan sus, por ahora, socios mediáticos.

¿Recuerdan cuando a Cristina propios y extraños le exigían autocrítica sobre sus años como presidenta? Bueno, todavía estoy esperando que hagan lo mismo con este tipejo que hizo negocios para él y sus amigos y dejó el país al borde del colapso. ¿Exceso de ingenuidad lo mío?

Este es un año de demasiadas muertes, de demasiadas pérdidas, algunas de la cuales -estoy convencida- no hubieran ocurrido si hubiéramos logrado contener un poco más el virus, si algunxs imbéciles no hubieran comprado con tanta facilidad el discurso de que la libertad pasa por ir a tomar una cerveza o un café a un bar o a gritar estupideces en el Obelisco.

Pienso qué hubiera hecho toda esa gente que brama por sus libertades individuales en tiempos en que había que pasárselas encerradx en refugios antiaéreos a la espera de que cesaran los bombardeos.

Siento que muchos integrantes de esta sociedad mundial son, en el fondo, unos nenes malcriados, como esos niños ricos que tenían tristeza del slogan de campaña de Menem en las elecciones presidenciales de 1995. Unos flojitos que no pueden hacer un mínimo sacrificio. Ni por ellos ni por los demás. Y creo que este es un tema que no va a ser fácil revertir. Pero habrá que intentarlo. Por el bien de la humanidad toda.

Y si seguimos mentando campañas políticas, yo me quedo con aquel slogan del Frente para la Victoria de 2013: “En la vida hay que elegir”. Claro que eso ya es más difícil. Te compromete a tomar decisiones. Para algunxs sigue siendo más cómodo que les digan lo que quieren escuchar.



Comentarios

Seguir por Twitter

Seguir por Facebook

Entradas más populares de este blog

Sobre bueyes, canciones, sueños y porvenires

Tres discos imprescindibles que también están cumpliendo 40 años, como la democracia

En torno al 19N