Arco corrido y pateaduras en contra

El coronavirus nos sigue corriendo el arco. Cuando parece que lo tenemos bajo control, rebrota, muta en nuevas variantes y amenaza con taparnos con segundas, terceras e infinitas olas.

Suele suceder que las cosas en la práctica llevan mucho más tiempo que en la teoría. Entonces, ya se descuenta que la vacunación de una buena parte de la población mundial, como para empezar a arrinconar al bicho, tardará más de lo previsto.

En definitiva, transitaremos un gran tramo de este 2021, por no decir la totalidad, con el COVID-19 todavía acechándonos.

Y es que algunxs humanxs se la hacen fácil al virus. Si hasta parece que actuaran como sus agentes encubiertos.

Mientras tanto, la derecha que representa, o trabaja para el poder real, sigue jugando con fuego aquí y en el resto del planeta. Si gobierna, es nefasta. Si está en la oposición, es peor. Así es que se generan monstruos como Trump, Bolsonaro, Macri…

Con o sin pandemia está claro que, cuando es gobierno, la derecha te deja libradx a tu suerte. Y, cuando ejerce de oposición, exacerba el egoísmo y la irresponsabilidad de las personas, pero los disfraza de libertad individual y habla de infectadura y barbaridades por el estilo.

Hagan lo que hagan los gobiernos populares, los portavoces de la derecha se van a oponer, sin importarles las consecuencias. El único objetivo que tienen es horadarlos. Son republicanos y democráticos solo cuando se hace lo que quiere el poder real al que defienden.

Entonces, estaría bueno que se abandonaran ciertos miramientos y se avanzara con paso firme y decidido. Total, de todas formas van a joder. Si se dice H, dirán B. Si se hace blanco, pedirán negro. Y así sucesivamente hasta el infinito.

Pero, aunque el poder real en sus múltiples expresiones tiene mucho que ver con los comportamientos de buena parte de la humanidad, tampoco le podemos echar toda la culpa. A esta altura de la soirée, muchxs ya tendrían que haberse dado cuenta solxs de cómo son las cosas. O quizá haya que admitir que son así nomás y no van a cambiar y que habrá que lidiar con sus ombliguismos, liviandades y falta de empatía, entre muchas otras miserabilidades.

La verdad es que en circunstancias excepcionales, como lo es una pandemia, poco me caben las explicaciones del cansancio, el hartazgo o ciertas definiciones más intrincadas desde la psicología para entender por qué algunxs humanxs reaccionan como reaccionan y actúan como si el peligro hubiera pasado. Pónganle el nombre que quieran. Para mí es egoísmo, irresponsabilidad e, incluso, hijaputez.

Imaginen un/a médicx o enfermerx intensivista alegando que, por un temita de negación que no puede manejar, se desentiende de la situación que le toca vivir a diario en la UTI de un hospital desbordado por casos de coronavirus.

La vida es mucho, pero mucho más que una fiesta desenfrenada, unas vacaciones amontonadxs en la playa, emborracharse con amigxs o amucharse con familiares. Todo puede esperar si está en juego la salud -e incluso la supervivencia- de unx y la de lxs otrxs. Creo. Pero la realidad tiende a desmentírmelo a diario.

Y es así que el coronavirus se nos caga de risa. Somos sus mejores aliadxs.

Ante este panorama, me sigo armando de paciencia para vivir otro año con su ingrata presencia y renuevo fuerzas para seguir gambeteándolo aunque, en el equipo de lxs humanxs, muchxs pateen en contra todo el tiempo.

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