Cantar, cantar, cantar



Qué más hacer en esta tierra arrasada sino cantar, podríamos decir parafraseando a Jorge Fandermole en su Canto versos. Y la respuesta es muchas cosas, pero qué sería de nosotrxs sin esas canciones que nos acompañan a lo largo de nuestras vidas.

La música es el abrelatas del alma, como escribió Henry Miller en uno de sus trópicos, el de Capricornio más precisamente. Y siempre nos ayuda, si seguimos mentando a rosarinos trovadores; en este último caso a Fabián Gallardo.

Lo cierto es que este año las canciones me arroparon en distintos momentos y con diversos estados de ánimo, también a través de maravillosos conciertos brindados por grandes artistas nacionales.

Alto vuelo


Para conmemorar los 35 años de Todavía Cantamos y continuar con la presentación de su disco doble 50 en Vuelo, durante junio Víctor Heredia realizó tres recitales antológicos en Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Tuve la suerte de asistir al primero y al último, en el Gran Rex y en el Teatro El Círculo, respectivamente.

La comunión que se logró entre el trovador y los asistentes comenzó desde antes de que Heredia saliera al escenario y no decayó en ningún momento. Sin dudas, el querido Negro está cosechando todo lo bueno que sembró en este más de medio siglo que, con coherencia y talento, nos viene brindando su arte.

Clásicos de todas las épocas se dieron cita en estos conciertos cruzados también por la necesidad de muchxs de exorcizar estos años de saqueo y de destrucción cambiemita. Así, el Informe de la situación volvió a sonar más actual que nunca y fue un punto culminante en esta serie de recitales con la emoción a flor de piel.

Los alquimistas


A veces suceden encuentros mágicos. Raly Barrionuevo y Lisandro Aristimuño parecen haber nacido para cantar juntos. La alquimia que se produce cuando unen sus voces, ya sea en temas propios o ajenos, genera una fuente inagotable de belleza hecha canción.

Los músicos habían comenzando tímidamente los conciertos de Hermano Hormiga allá por 2017. Y en 2018, dentro de una noche anómala -e inolvidable- para lo que suele ser el tradicional Festival de Cosquín, pusieron el broche perfecto cantando hasta que las velas dejaron de arder.

Desde ese momento, muchxs nos empezamos a preguntar cuándo se venían la gira y el disco. Hubo que esperar un año más. Así Hermano Hormiga pasó por distintas ciudades argentinas hasta culminar en Buenos Aires el 31 de agosto, en un Gran Rex repleto y agradecido.

Pero las ganas de seguir escuchando a esta estupenda dupla no cesa, así que por ahora está el disco y la promesa de nuevas juntadas, tanto en escenarios como en estudios.

Que veinte años es tanto


Hay gente que decididamente tiene el toque de Midas, ese rey que, según cuenta la leyenda, convertía en oro todo lo que tocaba. Pues bien, Ariel Ardit convierte en maravilla todo lo que canta, hasta el tema más olvidado en el lado B de un vinilo o en un disco de pasta abandonado en el fondo de una caja perdida en un altillo.

Este cordobés le cambió la cara al tango en el siglo XXI, recuperando lo mejor de la tradición tanguera pero consiguiendo, a la vez, una propuesta actual y renovadora para esta música tan rioplantense y tan universal.

Con orquesta típica, formaciones más pequeñas o solo con piano, la voz prodigiosa de Ardit siempre conmueve. Para ello cuenta con un alter ego de lujo, el pianista y arreglador Andrés Linetzky, con el que acaba de grabar Íntimos.

En 2019 se cumplieron 20 años de su debut como cantor de la orquesta El Arranque -previo paso por el Boliche de Roberto- para luego empezar a construir su carrera solista. Su discografía incluye homenajes a Troilo, a Gardel y a los cantores de las orquesta típicas. Con todo este bagaje, cómo no iba a ameritar presentarse en el Coliseo de Buenos Aires para festejarlo. Y así lo hizo el pasado 16 de noviembre.

Y el resultado fue impecable, como todo lo que emprende este cantor que ahora sueña con ampliar sus horizontes musicales más allá del tango. Seguro que nos sorprenderá gratamente con los caminos que desee tomar. Ya lo dije, Ariel Ardit nació con el toque de Midas.

Rosarinos e inoxidables


Estoy convencida de que Rosario es un lugar especial y por diversos motivos. Uno de ellos es sus artistas. La ciudad santafesina es, sin dudas, un semillero de talentos.

A comienzo de los ‘80, y con la guerra de Malvinas como telón de fondo, un grupo de jóvenes músicos desembarcaron en Buenos Aires y nos dejaron boquiabiertxs por la fuerza y la creatividad de sus canciones.

Este año, seis de los integrantes de esa llamada Trova Rosarina se juntaron y demostraron que la magia y el talento siguen intactos en esos temas inoxidables que fueron desgranando en casi 4 décadas. Así, cada encuentro fue una fiesta que empezó en Cosquín en enero y culminó, de momento, en el Gran Rex el 14 de diciembre.

Por orden alfabético, Adrián Abonizio, Juan Carlos Baglietto, Jorge Fandermole, Fabián Gallardo, Silvina Garré y Rubén Goldín vibraron junto a un público entusiasta entonando canciones que se hicieron carne en nuestras almas en todo este tiempo: La vida es una moneda, El témpano, Oración del remanso, Mirta, de regreso, Sueño de valeriana, Dormite Patria, Actuar para vivir, Historia de Mate Cosido, Las cosas tienen movimiento

Cantar, cantar, cantar. Siempre cantar. Esa es la historia.

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