Cuatro ficciones con acento argentino para televisión y afines



Diciembre suele ser un mes de balances en todo sentido. Así que tengo la excusa ideal para extenderme un poco sobre algunas de las pocas ficciones con impronta local emitidas en televisión y otros formatos “afines” durante 2019.

Bien es sabido que la devastación que sufrió este país en los últimos cuatro años hizo mella en todos los lugares y que la industria del espectáculo, por llamarla de alguna forma, no estuvo ajena a ella. Pero igual se siguió produciendo, con resultados diversos.

También hay que sumar al análisis el cambio de hábitos a la hora de mirar contenidos, donde la llamada caja boba ya no es protagonista sino una opción más entre las muchas existentes y que  amerita, por lo tanto,  la necesidad de recalcular cómo medir el rating.

Sin embargo, más allá de todas estas cuestiones y de los mayores o menores presupuestos de los que se disponga, a la hora de la verdad, entiendo que si no partís de un buen guión para contar una historia, estás en graves problema. Y las cuatro ficciones, por orden de estreno, sobre las que me explayo tuvieron suerte variada con respecto a sus guiones.

.......

No es fácil meterse con los ídolos populares y mucho menos encarar sus historias de forma ficcionada. Y más aún si el protagonista es un ex campeón mundial de boxeo devenido en femicida.

Así, Monzón, la serie logró sus objetivos a medias. Tuvo actuaciones impecables y un guión interesante (de Francisco Varone, Leandro Custo, Gabriela Larralde y Gabriel Nicoli) pero que abrió demasiadas puntas que luego no desarrolló. Y creo que siempre es mejor no abarcar si luego no vas a apretar.

A lo largo de 13 capítulos, esta creación de Pablo Bossi, producida por Buena Vista Original Productions, PampaFilms y el INCAA, fue y vino en el tiempo para narrar el ascenso – apogeo – caída de Carlos Monzón. Dirigió Jesús Braceras.

.......

Ay, Pequeña Victoria. Creo que muchos críticos se apresuraron a alabarla apenas transcurrido su primer capítulo, subidos a la ola del empoderamiento femenino. Y sí, Pequeña Victoria es una historia de mujeres de hoy. Pero chiques, con las buenas intenciones no alcanza. 

Podría definirse a esta novela como un cuento de hadas del siglo XXI, donde los buenos fueron todos muy buenos -aunque al principio no todos lo parecían- y los malos parecieron muy malos aunque ni siquiera ladraron. Todo muy rosa, todo muy light, todo muy idílico, particularmente en las historias de las mujeres trans.

También hay que señalar que el guión forzó constantemente las situaciones, al punto de hacerlas poco creíbles. La forma que se eligió para que las cuatro madres de Victoria se relacionaran entre sí nunca terminó de cerrar. Si las cosas empezaron así….

Pero además, se notó que fue hecha "a las apuradas", sobre todo en su guión, donde hubo graves problemas de “continuidad” en el devenir de sus personajes y en la repetición de situaciones, pese a no ser una novela demasiado larga (51 capítulos).

En medio de todo este descalabro, los actores hicieron lo que pudieron, algunos mejor que otros. En fin, que podría haber sido una historia interesante si hubiera sido bien contada.

Pequeña Victoria, una creación de Érika Halvorsen (principal responsable del guión) y Daniel Burman, fue coproducida por Viacom Internacional Studios, The Mediapro Studio y Oficina Burman.

.......

Atrapa un ladrón, por su parte, fue creada por los españoles Javier Olivares y Jordi Calafí. Se trató de una co-producción de Viacom International Studios y Cablevisión de 10 capítulos de aproximadamente tres cuartos de hora.

Como bien señalaron muchos, Atrapa… fue de menor a mayor y valió como entretenimiento. Pero, debo decirlo, su primer capítulo eligió una de las presentaciones más tontas que vi de un personaje en los últimos tiempos: La inspectora de policía Lola Garay (Alexandra Jiménez) llegó tarde a su boda por frustrar el robo a un banco. Impolutamente vestida de novia exigió al ladrón que se rindiera y este aceptó con la condición de que lo invitara a su casamiento. Ella accedió y todos felices. Demasiado bobito, insisto, para no ponerme insultante.

Aclaro que la mayoría de las ficciones españolas hace rato que no gozan de mi beneplácito y, para esta serie, la parte ibérica tuvo el poder de decisión en cuanto a contenido. Me molesta particularmente esa forma de construir historias donde todo parece estar fríamente calculado para que cierre con moñito, como si se tratara de una receta magistral donde nada puede salirse de madre. Pero se terminan notando demasiado los hilos...

Sin embargo, Atrapa... contó con el factor argentino, que siempre logra romper un poquito los esquemas. Así encontró en Pablo Echarri a su protagonista ideal, acompañado de un elenco soñado, mayoritariamente autóctono.

Las buenas actuaciones, entonces, nos permitieron “soportar” detalles como una presentación demodé, que se recalcaran obviedades con "sobreimpresos", que en las escenas rodadas en Barcelona y alrededores no se escuchara ni una palabra de catalán o que no faltaran las dosis de sensiblería barata, por suerte a cargo del maestro Roberto Carnaghi.

También nos ayudaron a hacer la vista gorda en las partes en que los europeos decidieron recalcar "lo argentino". Por ejemplo, que los actores tuvieran que decir pelotudo cada dos palabras (aunque Echarri y Cecilia Rosetto lo dicen estupendamente bien) y que se hicieran  referencias “obligadas” al tango, al fútbol y al asado.

Por eso, espero que más temprano que tarde los buenos productores argentinos (el mismo Echarri, los Ortega, etc.) puedan disponer de estos mismos presupuestos para desarrollar sus propias ideas, que son mucho más interesantes, jugadas y creativas que la media que viene de otros lares.

.......

Inconvivencia quizá resultó la propuesta más interesante del año. Dirigida y escrita por Mariano Hueter, fue producida por Kuarzo Entertaiment Argentina e Idealismo Contenidos, en co-producción con Cablevisión Flow.

Destacó por una puesta minimalista para contar una historia sin demasiadas pretensiones, más que espiar algunos momentos de la vida de gente común y corriente, en este caso una pareja joven que entra en crisis luego de 7 años de convivencia. Y esta decisión se agradece.

La miniserie demostró que con buenas ideas e ingenio se pueden hacer cosas igual de interesantes (o más) que si tenés carradas de dinero para llevarlas a cabo pero poca imaginación y demasiadas pretensiones de satisfacer a públicos subestimados como chatos.

Inconvivencia significó también el cuasi debut actoral en la pantalla chica de Laurita Fernández, a la que tendré que ver en otros trabajos para poder abrir un juicio de valor sobre sus interpretaciones. Pero me sobrevoló la sensación de que no pude terminar de creerle del todo lo que me contaba. (Quizá haya contribuido a ello el hecho de que una persona de casi 30 años elija seguir llevando en diminutivo su nombre de pila artístico. En fin). Tomás Fonzi, espléndido. Y la extensión de 10 capítulos de alrededor de media hora cada uno, ideal.

.......

Para no faltar a la verdad diré que también intenté ver El Tigre Verón (co-producción de Pol-ka Producciones, Turner Broadcasting System, eltrece y Cablevisión) pero que no pude pasar del capítulo 1. Su desvergonzada bajada de línea me hizo tanto ruido que preferí dejar las cosas ahí nomás.

Y todavía tengo una deuda de honor con las tres temporadas de El Marginal. Ya les contaré.



Comentarios

Seguir por Twitter

Seguir por Facebook

Entradas más populares de este blog

Sobre bueyes, canciones, sueños y porvenires

Tres discos imprescindibles que también están cumpliendo 40 años, como la democracia

En torno al 19N