Sobre feriados, fechas patrias y “días de”
No sé ustedes, pero yo pasé los primeros 35 años de mi vida renegando de banderas, escarapelas, himnos, actos patrios y yerbas similares. Había algo casi irracional que me apartaba de esos temas. Luego descubrí que la apropiación de símbolos y fechas que había hecho el establishment, por llamarlo de alguna manera, durante demasiado tiempo, era lo que me alejaba instintivamente de esas cuestiones.
Sin embargo, a partir de 2003, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández se encargaron también de recuperar para el campo popular el sentido de la Patria y sus figuras representativas, trayéndolas a un lugar más terrenal, alejadas del bronce y del mármol.
De todas formas, creo que nuestro calendario de fechas patrias, feriados y “días de”, aún carga vetustidades que deberíamos ir modificando de a poco.
Y estoy absolutamente de acuerdo.
La verdad es que cuesta entender, desde lo racional, por qué en Argentina se toma la fecha de la muerte, bajo el eufemismo de “paso a la inmortalidad”, para homenajear a los patriotas.
En una sociedad atravesada por el horror y la violencia en distintos momentos de su historia, y ahora por las vidas que se cobró el coronavirus, me pregunto por qué no cambiar de una vez por todas esa lógica de necrofilia puesta en los próceres.
En Uruguay se conmemora el nacimiento de Artigas, en Venezuela el natalicio de Bolívar y, en México, el de Benito Juárez.
Y, si miramos al gran país del norte, donde muchos suelen abrevar como ejemplo a copiar, tanto Washington, como Lincoln, como Martin Luther King son recordados el día en que nacieron.
Y, una vez más, las palabras de Cristina intentan explicar los motivos:
“No es casualidad que muchas veces se intente despojar a nuestros padres fundadores de su rol, de su verdadera personalidad”, señaló a orillas del Paraná ese hermoso día de junio de 2015. Y agregó: “(…) para los que nos escribieron una historia, donde parece que la política no existía ni las ideas tampoco, tal vez les importe recordar el día que Belgrano murió o que San Martín también murió. (…) Me resisto y me resistiré toda la vida, hasta el último aliento, a recordar a los combatientes de la Patria como viejitos o el día que se murieron. Eran jóvenes comprometidos con ideales, con convicciones, con la Patria, con la política, sí con la política y con el Estado”.
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Fue en 1938, bajo el gobierno ilegítimo del radical alvearista Roberto Marcelino Ortiz. Estábamos en plena “década infame”, inaugurada tras el golpe de estado del general José Félix Uriburu, acaecido el 6 de septiembre de 1930. Allí comenzó un período de trece años signado por el fraude electoral, la persecución a opositores, una creciente dependencia y la multiplicación de negociados de todo tipo. ¿Les suena?
En este contexto, el 9 de junio de 1938 se sancionó la Ley Nº 12.361, que declaró "Día de la Bandera" el 20 de junio, en homenaje al aniversario de la muerte de su creador, el General Manuel Belgrano.
Por su parte, la Ley Nº 12.387, del 16 de agosto de 1938, determinó que el 17 de agosto sería también Feriado Nacional, para recordar el aniversario de la muerte del Libertador de América, José de San Martín.
Evidentemente, se quisieron asegurar de que estuvieran bien muertos y quietitos en sus tumbas y en sus estatuas de mármol y bronce. Basta con leer algunas palabras que el gobierno de Ortiz utilizó para fundamentar su proyecto de ley para que se declarara Día de la Bandera el 20 de junio, “recogiendo sugestiones que han llegado al Poder Ejecutivo procedentes de centros patrióticos y entidades culturales”:
"El culto de los símbolos de la nacionalidad está impuesto por el sentimiento de amor a la patria y a sus instituciones. El pueblo argentino ama a su bandera y la historia nos enseña que su creación ha visto en ella el símbolo de su propia gloria, el vínculo de unión entre todos los pueblos que forman la República, y la síntesis de sus aspiraciones de progreso, de paz, de armonía social”.
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Es todo un tema que se aúnen en una misma fecha el Día de la Bandera y la muerte de Belgrano, ¿no les parece?
A Belgrano debemos agradecerle, primordialmente, el hecho de que haya nacido. La historia de este país no hubiera sido la misma sin él. Entonces, si hay una fecha para homenajearlo con todos los honores que se merece, esa es el 3 de junio, día en que llegó a este mundo en 1770.
Y el 27 de febrero, fecha en que se izó por primera vez la enseña Patria, en 1812, tendríamos que festejar –por supuesto– el Día de la Bandera, con todas las ganas y la emoción que merece ese maravilloso acto de rebeldía belgranense.
En su momento, cuando se instauró como feriado el 20 de junio, se desestimó el 27 de febrero porque los alumnos, al estar de vacaciones para esa fecha, no iban a poder valorar en toda su dimensión el hecho a destacar. Vaya que eran limitados estos señores.
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En los últimos años, cuando se establecieron feriados trasladables, fue notable el hecho de que muchos se preocuparon, muy criteriosamente, porque no se respetaban las fechas correspondientes a Belgrano y San Martín. Y, si bien el 20 de junio volvió a ser feriado inamovible, el 17 de agosto continúa cambiándose según los vaivenes del calendario turístico.
No tengo dudas. Belgrano y San Martín, más allá de que hay que recordarlos siempre, tienen que contar con días inamovibles para ser homenajeados oficialmente. Eso sí: Belgrano el 3 de junio y San Martín el 25 de febrero, el glorioso día en que nació en Yapeyú, allá por 1778.
Y mirá qué lindo feriado puente se puede armar entre el nacimiento del llamado Padre de la Patria y el Día de la Bandera.
Así que chau 20 de junio y 17 de agosto. Dejémonos ya de joder con celebrar la muerte.
¿Demasiado febrero en esta historia ven ustedes?
Y bueno, la astrología quizá encuentre una explicación a todo esto. Pero si le sumamos los feriados de carnaval, que muchos veces caen también para esos días, hacemos de este segundo mes un tiempo ideal para ir acomodándonos, de a poco, al año laboral.
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Si las llamadas fechas patrias son consideradas como hechos sociales y políticos que provocaron grandes cambios en el país y en la sociedad, bien cabría en esta consideración el 17 de octubre de 1945. Algún día, si logramos que se deje de apostar a la grieta en Argentina, esa gesta debería ser recordada con un merecido feriado.
Además, este calendario de fechas destacadas está muy despoblado de integrantes del sexo femenino. La historia se encargó bien de esconder a todas esas mujeres que fueron un pilar fundamental en la lucha por la independencia de este país y de América.
Por otra parte, hasta el Día del Maestro coincide con una muerte, la de Sarmiento. Pero, en vez de relacionar a los docentes con el paso a mejor vida de un bárbaro que proyectaba en otros sus barbaridades y que aconsejaba no “economizar” sangre de gauchos, ya que era “lo único que tienen de seres humanos esos salvajes”, quizá sería bueno cambiar esa fecha. Una buena opción sería el 14 de septiembre, día en que nació, en 1966, Carlos Fuentealba, un maestro que fue asesinado vilmente por la policía neuquina en 2007 mientras bregaba por sus derechos laborales y una mejor educación.
Otra fecha que creo que tarde o temprano deberá considerarse como feriado es el 10 de diciembre. Al Día Internacional de los Derechos Humanos se le suma aquí el Día de la Restauración de la Democracia, coincidiendo con el momento en que Raúl Alfonsín asumió la presidencia en 1983, luego de la larga noche de los años de plomo.
"Son demasiados feriados", dirán ustedes. "Qué vagos estos populistas", dirán otros. Bueno, eliminemos los que están de más. El 8 de diciembre, por ejemplo. ¿Día de la Virgen? Todos los feriados coincidentes con fechas de las distintas religiones yo los mandaría a paseo. Que cada unx los celebre en su fuero íntimo, según sus creencias. Así que chau Semana Santa y Navidad también, si por mí fuera. Tenemos suficientes fechas para recordar y enorgullecernos como país y como región. Entonces, dejemos de hacer un culto a la muerte y recuperemos las mejores gestas de nuestra historia –más lejana o más reciente– para que nos guíen por un camino de memoria, verdad y justicia.
(Y dejo para otro artículo el tema de a quién poner en los billetes, monedas y estampillas y el nombre de las calles. Que conste).
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